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viernes, 8 de noviembre de 2013

LA REBELIÓN DE TUPAC AMARU II
Por Julio Yovera B.
I.- La sociedad colonial y sus miserias
Tupac Amaru II se levantó en armas contra una sociedad cuyas clases sociales y castas dominantes, a lo largo de dos siglos y medio habían cometido atrocidades en todos los ámbitos de la existencia humana. El exterminio de más de diez millones de pobladores aborígenes da cuenta que la invasión hispana fue una inhumana sobreexplotación a través del sistema de encomiendas, el acto más repudiable de cinismo y crimen “gubernamental”.
Mediante el sistema de encomiendas se procedía a la “adjudicación de centenares y a veces hasta de miles de hombres que debían pagar tributo y prestar servicio a un determinado español que recibía el nombre de encomendero, que lo percibía en compensación a los gastos realizados por él durante el descubrimiento, invasión y conquista del Perú. El encomendero, en correspondencia debía, a su vez, velar por el buen tratamiento y adoctrinamiento católico de sus encomendados” (1)
Con la llegada de los españoles, los nativos devinieron en esclavos o vasallos, y bajo el nombre de Virreinato se organizó una sociedad esclavista y feudal. En efecto, esclavista fue el sistema de explotación en las mitas y los obrajes, y feudal fue el sistema de explotación y dominación en las haciendas. La particularidad de estas dos formas de relaciones de producción estuvo en el hecho que se dieron en una sociedad colonial, es decir,  dependiente de un poder imperial foráneo.
La hegemonía de los españoles abarcó todas las formas de vida. Además de una dominación económica hubo también una dominación social, cultural, ideológica, étnica, que tuvo una inmediata consecuencia: la acentuada estratificación o segmentación de la sociedad, que a la larga llevarían a la polarización, al extremo que existió lo que “se les llamó Repúblicas de Indios, en franca subordinación a la República de Españoles, división que imperó desde mediados del siglo XVI hasta la segunda mitad del XIX (2). Por cierto, la llamada República de Indios no era más que un conglomerado con cierta base jurídica que acentuaba la estratificación de la sociedad colonial.  
Los segmentos estaban bien definidos. En uno de sus extremos, los españoles y sus descendientes con un exceso de privilegios; en el otro, los nativos y poblaciones originarias. Y entre ambos, un conglomerado de gente criolla, mestiza y de raza negra que dependía de la República de Españoles. En consecuencia, la polarización extrema fue la característica más saltante de esta sociedad.  
Las encomiendas eran conglomerados o reservas de la población nativa, que con el paso del tempo dieron origen a los poblados y caseríos, e incluso, pueblos. Los gobernantes españoles para poder controlar y administrar a los aborígenes, que por obra de la invasión habían pasado a ser de su propiedad, los concentraban en espacios físicos definidos. Podemos decir que los primeros asentamientos humanos que existieron en el Perú fueron propiciados por las “políticas gubernamentales” del poder hispano.  
En el campo, el sistema feudal se impuso en toda su extensión, pero no pudo liquidar totalmente el sistema comunitario y colectivista. Las tierras que ancestralmente pertenecieron al Estado quechua pasaron  a pertenecer al Monarca español. Y la servidumbre se manifestó de manera abierta y coercitiva. Los que más sufrieron fueron los sectores aborígenes, que por un equívoco histórico se les denominó indígenas.  
En esa escala social, de por sí ya bastante fragmentada, había un sector que se consideraba descendiente de la nobleza inca y que no dejaron de gestionar ante la corte real que se les reconociera sus derechos. Sin embargo, no fueron escuchados, y cuando lo fueron, carecieron de poder. En la mayoría de los casos, la restitución de sus fueros no pasó de ser una simple formalidad.
Hubo, por cierto, formas de propiedad pequeña y mediana, así como también un sistema de tenencia de tierras comunales, que deja entrever no tanto el sentido de justicia de la clase social dominante española sino la capacidad de maniobra para dividir y mantener, en la población nativa o aborigen, niveles de fraccionamiento que les resultaba beneficioso para mantenerse en el poder. Es más, todo el sistema de trabajo comunitario que existió en la sociedad inca, los españoles lo mantuvo y lo ahondó en pos de su propio beneficio. Este fue, por ejemplo, el caso de la mita.  
“La  mita minera fue uno de los trabajos más odiados. Los informes contemporáneos constatan que era un cuadro muy doloroso ver una romería de indígenas en camino a los asientos mineros. Eran caravanas de centenares de familias procedentes de todos los pueblos afectados rumbo a Potosí y Huancavelica, fundamentalmente, cuyos mitayos sumados ascendían a miles. Cada familia conducía de ocho a diez llamas y otros hasta treinta o cuarenta; también llevaban chuño, maíz y mantas para dormir. Hubo mitayos que demoraban dos meses en llegar, atravesando punas y cerros inmensos, padeciendo fríos penetrantes, bebiendo aguas malas y encharcadas. A Potosí arribaban extenuados, no obstante lo cual eran sometidos a agobiantes trabajos. De los 7,000 que regularmente llegaban a Potosí, apenas retornaban 2,000 a sus reducciones; de los 5,000 restantes unos fallecían, otros se radicaban en las rancherías de Charcas y otros se afincaban definitivamente en las haciendas y quebradas de los contornos de Potosí para trabajar libremente. Así procedían porque regresar significaba caer de nuevo en el siguiente turno de la mita.” (3)
Como puede verse, las condiciones de vida de las masas aborígenes eran extremadamente duras. Pero, si las condiciones materiales de dominación eran aberrantes, falta decir que su dominación ideológica y espiritual, por no hablar ya de las condiciones tributarias, eran en extremo perversas, propias de gente con personalidad deformada y torcida.   
Los españoles eran voraces “empresarios mineros”, esa fue la actividad económica que priorizaron. La agricultura, que había logrado un extraordinario desarrollo, fue dejada de lado. ¿Qué hicieron con los campesinos?, pues, los vieron como un instrumento, como  medio o fuerza de trabajo, que les permitiera obtener riquezas que no tenían límites. Los campesinos, además, tuvieron que pagar impuestos en especie agrícolas y animales comestibles. De manera que la mesa de los españoles siempre estuvo desbordada de una alimentación que los colonialistas nunca produjeron.
Además, destruyeron, y esto es otro de “sus aportes” el mundo anímico y espiritual de la sociedad prehispánica. Se saquearon físicamente los templos pero además se saqueó el mundo subjetivo, el credo y la cosmovisión del andino. Su religiosidad fue duramente golpeada. Se les hizo creer que no tenían alma, que al haber estado desconectados de la religiosidad y el Dios católico, eran seres endemoniados. La  famosa palabra de Dios que el inca Atahualpa no escuchó, fue el inicio de una campaña llamada de evangelización pero que en realidad fue una avanzada de adoctrinamiento, con el objetivo de liquidar la resistencia del mundo andino. Campeones de esta estafa fueron los ministros de la fe.
En suma, la sociedad colonial estaba cargada de contradicciones y era inevitable de manera acelerada su polarización. Esa es una lección de la historia. Y en efecto, la sociedad colonial fue cuestionada y rechazada desde los inicios por las poblaciones indígenas.

II.- La resistencia y la rebelión se justifican
En el proceso de lucha por la dignidad de los pueblos aborígenes no siempre se optó por el camino de la violencia. Hubo otro, el de gestiones y reclamos legales, que fracasaron, bien porque los gestores eran asesinados y sus demandas no llegaban a su destino. Este fue el caso de los curacas Chimo Capac; también el de Blas Tupac Amaru, quien fuera familiar muy cercano de Tupac Amaru II (4)  En otras ocasiones, las demandas llegaron a su destino pero eran desoídas y quedó demostrado, como diría alguna vez el abogado y poeta piurano Rufo Cárcamo Ladines, “la justicia no se conquista con papeles” (5)
La otra vía, la más expeditiva, la que los núcleos rebeldes pusieron en el centro de sus preocupaciones, fue el de la insurrección, que sería ejercida por un pueblo sojuzgado;  que ante el fracaso de las gestiones para acabar con la ignominia, recurrió a la violencia de los de abajo, como un último recurso para acabar con la violencia de los de arriba.
La rebelión de Tupac Amaru II hay que ubicarla en esa lógica y en ese contexto. La sociedad estaba preñada de contradicciones, no solo económicas  sino sociales, étnicas y culturales. No fue en modo alguno una asonada impronta y voluntariosa, sino resultado de  un proceso que tiene muy en cuenta las condiciones objetivas y subjetivas.
Las primeras se refieren a la vida de las masas populares y de los sectores sociales excluidos. Las segundas, al grado de conciencia de la necesidad del cambio. También fue resultado de un proceso que tuvo sus antecedentes en las rebeliones que se manifestaron desde un inicio, cuando los invasores aparecieron por el norte. Y si bien hubo sumisión de una parte de los tallanes, Felipillo y Martinillo son dos nombres asociados al colaboracionismo, esto también tiene su explicación. No olvidemos que la sociedad quechua, en proceso se expansión, agredió a muchas culturas ancestrales. De manera que cuando aparecen los españoles, muchos caciques y jefes de las culturas sometidas se aliaron a los invasores en la creencia que eran un contingente que les ayudarían a liberarse del poder inca.
Las investigaciones últimas que se han hecho sobre la sociedad inca arrojan luces que nos ponen en tapete algo que la idílica forma de ver el mundo andino habían ocultado. Hoy se sabe que los cusqueños fueron una cultura dominante que lesionó y creó resentimientos en las culturas a las que sometía y esa fue una de las causas por la que muchas culturas y pueblos que los españoles encontraron a su paso devinieron en colaboracionistas. (6).
Sin embargo, esa no fue la única tendencia, hubo también resistencia. En el ámbito del señorío tallán, por ejemplo, nombre de caciques como Cutivalú, Amotaxe, Lac chira, son la antítesis de los Felipillo y Martinillo, mientras éstos fueron, en efecto, avanzada del invasor; aquéllos fueron tenaces rebeldes que enfrentaron a los hispanos, cuando fueron derrotados terminaron quemados vivos. Y de esto nada dice la historia oficial. (7)
En los diversos estudios que existen o que se vienen haciendo, la historia de la invasión (llamada eufemísticamente conquista) da cuenta que las rebeliones se dieron en  diversos periodos. Aquí una escueta relación de las más conocidas:
La rebelión de Manco Inca que tuvo en jaque a los invasores colonialistas desde 1536 hacia 1945.
Los movimientos rebeldes en Azángaro, Cotabambas y Castrovirreina, que cegaron la vida a los odiosos corregidores (periodo de “gobierno” del virrey Castelfuerte, 1724-1736).
La rebelión del curaca Cacma Condori,  ferozmente reprimida por los colonizadores, en 1737 (en el Cusco).
En Quito, en Sicasica, en Pacajes, en Santiago de Chuco, en Chumbivilcas, en Llata, en Urubamba, se dieron movimientos rebeldes con el fin de expulsar a los colonialistas hispanos.  
El gran movimiento que sacude el espinazo del poder colonial lo protagonizó, en 1742, en el centro de la Amazonía peruana, Juan Santos Atahualpa, quien pasó a la historia con el nombre de El Guerrillero del Gran Pajonal. Los cronistas dan cuenta que su fortaleza residía en: uno, haber definido como zona de repliegue una extensión vasta de la selva que le era agreste, desconocida e inhóspita a los colonizadores; dos, en su relación con las comunidades nativas, que le permitió tener bases de apoyo; tres, en su táctica de movimientos y ataques sorpresivos. Como se sabe, Juan Santos no fue derrotado en el campo de batalla y muere en 1761 (8)

III.- Contexto económico social de la rebelión
Veamos las condiciones de la sociedad colonial al momento de la gesta de Tupac Amaru II. La rebelión era consecuencia de una polarización en la que las contradicciones entre el poder económico, la casta blanca, la alta curia católica, el poder político y militar, agredían ferozmente a las poblaciones nativas, marginaban los rezagos de la nobleza quechua. En menos intensidad pero igualmente imponía su poder a los  mestizos, los sectores criollos, las poblaciones negras.
La representación de ese poder inhumano era la figura de los corregidores. Se entiende entonces por qué Tupac Amau II, antes de la rebelión llamado José Gabriel Condorcanqui, cacique de Tungasuca, Surimana y Papamarca, al momento de levantarse, de inmediato, procedió a la captura y ejecución del corregidor Arriaga.
Este hecho fue el punto de partida de una revolución que removió los muros del orden colonial español, se extendió por toda el continente y tuvo una influencia decisiva en los movimientos libertarios que vendrían posteriormente.
Ninguna revolución social, digna de ese nombre, surge en medio de la bonanza; al contrario, se manifiesta y extiende como resultado de una profunda crisis. España, su casta dominante, la autoridad real, bollaba en la abundancia pero se había convertido en una casta parasitaria.
No es propósito de este trabajo pero no podemos dejar de referir que en la larga época del orden colonial España no desarrolló sus fuerzas productivas y devino en una de las sociedades más atrasadas del llamado viejo mundo.  El dominio que impuso en lo que hoy es América del Sur no significó una avance en el ambiente de la industria o de la técnica, sino todo lo contrario. El agravante fue que su agricultura terminó descuidada y arruinada.  
Victorio Montero, un acucioso observador criollo del siglo XVIII, sostuvo: “ El Perú es un país donde todo respira esclavitud y se hace tiranía de las leyes” y el título de su libro que escribió no puede ser más expresivo: Estado político del Reino del Perú, gobierno sin leyes, ministros relajados, tesoros con pobreza, fertilidad sin cultivo, sabiduría desestimada, milicia sin honor, ciudades sin amor patricio, la justicia sin templo, hurtos por comercio, integridad tenida por locura” (9)
Tupac Amaru II se rebeló contra un Perú “libertino y vicioso”. Y para colmo, las castas gobernantes atolladas de corrupción no fueron capaces de hacer una lectura de lo que su voracidad y parasitismo habían causado. La administración central del Virreinato en los años previos a la rebelión de Túpac Amaru adolecía de una crisis generalizada.
El  virreinato era conducido por Amat y Juliet, un hombre de vida alegre, gobernó de 1761 1776. Posteriormente, le sucedió Manuel Guirior (1776 – 1780) quien fue opuesto a todo propósito de reforma que buscara detener la voracidad de los colonialistas quienes en su afán desmedido de atesorar, estaban exterminando a las poblaciones nativas. (10)
Por donde se le mire, la sociedad colonial hacía agua. No hubo verdaderos colonizadores sino una casta guerrera dominante, que marcó y configuró el drama de una sociedad que fue contagiada por la ociosidad, carente de amor por el trabajo. “La situación general del virreinato era crítica. El panorama, en su conjunto, no presentaba ningún signo positivo de estabilidad. Todos los síntomas eran de postración y decadencia.” (11)
Por eso es que los sectores informados de los descendientes de la etnia quechua, van tomando conciencia de la necesidad de articular las fuerzas interesadas en darle una salida a la crisis desde una visión caciquil, es decir, no era propiamente un movimiento que sería dirigido por las masas marginales y “plebeyas”, sino por sectores ilustrados de las élite quechua.
Se ha reconocido que “Otros factores propicios para un alzamiento fueron la presencia de nuevas ideas iluministas entre algunos círculos; la revalidación del incario en el seno de los grupos de la clase caciquil, merced a la lectura de Garcilaso; el renacimiento de varias tradiciones incaístas; el apogeo virreinal en las artes y las letras; el aumento de la delincuencia; el libertinaje y la frivolidad en los grupos limeños; alguna vida de salón con proclividad intelectual”. (12)
IV.- La lucha social, el motor de la historia
Las condiciones objetivas y subjetivas a favor de la revolución, se daban  aceleradamente. La ideología que la alumbró fue la síntesis de diversas ideas que terminaron unidas en solo torrente: justicia y dignidad. No hubo ideología única.
La habilidad de Tupac Amaru II y su estado mayor estuvo en su capacidad para hacer una correcta lectura y un análisis objetivo de las condiciones existentes. El movimiento no fue un simple alzamiento, una asonada desatada por el instinto. No estuvo, por cierto, excepta de ira popular, de desprecio contra un poder que los había sojuzgado a lo largo de más de dos siglos, pero no era en modo alguno un motín espontáneo.
Además, la habilidad de la jefatura de la rebelión estuvo en la capacidad de atraer no solo a las poblaciones y etnias sojuzgadas, sino a los sectores sociales cuyas posibilidades de desarrollo se veían anuladas por el lastre que representaba las clases y castas de la sociedad colonial. Esto no siempre fue entendido por el pueblo alzado en armas, pues, en ocasiones los rebeldes la emprendieron contra sectores que no eran gravitantes en la estructura del poder y que terminaría perjudicando al proyecto de Tupac Amaru II.    
Hubo, a pesar de todo, una visión de reforma y de revolución. Se puso en juego un programa mínimo y de programa máximo hegemonizados por los quechuas, descendientes directos de los incas. Pero sería un error deducir que la rebelión fue solamente protagonizada por la nobleza incásica.
El 4 de noviembre de 1780 significó el levantamiento de no menos de cien mil quechuas y aymaras, mestizos, y también criollos y negros, que buscaban acabar con las mitas, los obrajes, los repartimientos, un exceso de tributos y un abuso desbocado y cruento. Cierto que ello, independientemente que los protagonistas fueran conscientes o no, representaba romper el dorso del poder colonial.
La visión de frente único, la intuición que tuvo Tupac Amaru para darse cuenta que se movía dentro de una sociedad diversa étnica y culturalmente, fue extraordinaria. No se formó un frente exclusivamente popular, sino nacional. En ese sentido, el movimiento de Amaru II es precursor a los movimientos nacionalistas, que surgirían posteriormente en todo el mundo, incluyendo Europa. Acaso lo más representativo de este movimiento insurreccional fue la visión y el carácter continental que asumió.
Sobre esas condiciones estructurales e históricas se articuló una tendencia ideológica libertaria, que comprendía el pensamiento andinista y las tendencias humanistas libertarias. Pocas veces se hace referencia al hecho que una las obras clásicas que aportó al desarrollo de una conciencia libertaria, fue la obra del cronista inca Garcilaso de la Vega, particularmente Los Comentarios Reales. Su lectura fomentó y consolidó un sentimiento de “orgullo nacional” por el pasado glorioso de una cultura que fue satanizada cuando aún estaban frescas las huellas de su grandeza.
Toda reforma que decretaba el estado mayor de la rebelión devenía en una propuesta revolucionaria. Fue lo que aconteció, por ejemplo, con la libertad de los negros, con la abolición de tributos. La rebelión fue también una abierta manifestación de “la cólera del pueblo” como diría César Vallejo.
Se produjo entonces inevitablemente la destrucción de medios de producción que eran la expresión de un capitalismo embrionario, como las máquinas artesanales, que dígase de paso, resintió a las fuerzas criollas, y que fue hábilmente aprovechada por la casta dominante española. .   
Ese era el panorama que existía al momento del alzamiento revolucionario. Lo que vino después ya es conocido. La rebelión sacudió toda América del Sur. Durante cerca de dos años, el rebelde de Tungasuca jaqueó el poder hispano.
Algunos ven su derrota como el fracaso de un proyecto, otros como un revés. Para los pueblos fue una experiencia que no pasa desapercibida. Tengamos en cuenta que los proyectos de revolución que se dieron después, desde los sectores criollos, no pudieron reivindicar ni dar protagonismo a las poblaciones nativas.
Los frutos de la emancipación del proyecto independentista que se coronó victorioso años después, no ha podido aún reivindicar a la inmensa población aborigen y mestiza, que sigue siendo mayoritaria en nuestro continente.
El reto que tienen que enfrentar los proyectos libertarios contemporáneos es hacer a las masas protagonistas de su lucha libertaria. En ese sentido, Tupac Amaru II es un ejemplo. Y como dice el poema de Alejandro Romualdo: “Querrán matarlo, y no podrán matarlo…”
  

viernes, 1 de noviembre de 2013


Tal día como hoy, el 1 de noviembre de 1967, la antigua Dirección General de Policía (DIGEPOL) le tendió una emboscada a Nelson López para asesinarlo.
POR La Mejor Mujer Exitosa
El crimen se cometió en una vía de acceso a Prados del Este (Caracas). Nelson López fue el hombre clave en la construcción del túnel por donde dirigentes políticos llevaron a cabo la más sensacional fuga que recuerda la historia del cuartel San Carlos. Era oriundo de Santa Juana, cerca de Cabure, estado Falcón. Creció al recodo de Raúl Henríquez, el viejo patriarca revolucionario de la sierra de Churuguara, y se hizo temprano militante revolucionario. En 1963 tuvo su primera prisión y supo de las torturas en carne propia cuando fue remitido al campamento paramilitar montado por las bandas armadas de Acción Democrática (AD) en Cabure. En 1964 participó activamente en la huelga del transporte y en 1965 lo incorporaron al plan de fuga del cuartel San Carlos. A partir de entonces fue inseparable de Simón Nehemet Chagin, el “Árabe”, excavando el túnel por donde conquistarían la libertad los dirigentes comunistas en febrero de 1967.

Pocos meses después, en octubre, la DIGEPOL descubrió una “concha” (escondite) en Baruta (Caracas), donde suponía que se ocultaba alguno de los fugados, y montó una emboscada en todos los accesos. A las once de la mañana del 1 de noviembre, los agentes divisaron el Dogde Dart, color blanco, que tenían identificado, y lo siguieron, interceptándolo muy cerca de la redoma de Prados del Este. Cuando su único ocupante, Nelson López, trató de escapar, le dispararon dejándolo muerto.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Masacre de El Amparo escrito por la Coordinadora Simón Bolívar

¡Ni olvido, Ni perdon!
¡Ni olvido, Ni perdón!
El que un pueblo desconozca su historia, y peor aún, su historia reciente, lo lleva indeteniblemente a tomar decisiones que le perjudicaran tarde o temprano.
Este desconocimiento, falta mucha veces de la lectura necesaria por parte de las nuevas generaciones de los acontecimientos del pasado, y en gran medida responsabilidad de las generaciones mayores que olvidan o no cultivan la reflexión de los hechos ocurridos en nuestra sociedad, ha dado como resultado las ciertas características antagónicas del movimiento político denominado chavismo, en el cual, a pesar de autodenominarse revolucionario, confluyen personajes antirrevolucionarios, ladrones, históricamente de derecha, traidores e incluso asesinos de gente humilde de nuestro pueblo pobre.
La Masacre de El Amparo reúne en sus hechos, a estos personajes, que amparados en el proteccionismo del chavismo y la impunidad que ha caracterizado esta tendencia gubernamental para con aquellos militares que han estado incursos en corrupción, genocidio o han combatido abiertamente la revolución popular en Venezuela durante los gobiernos de la IV República.
La Masacre de El Amparo fue un hecho perpetrado el 29 de octubre de 1988 en Venezuela, específicamente en la localidad de El Amparo, municipio Páez del estado Apure, donde fueron asesinados 14 pescadores por funcionarios policiales y militares del Comando Específico “José Antonio Páez” (Cejap), durante el gobierno de Jaime Lusinchi, en una operación denominada “Anguila III”, que consistía en la lucha contra supuestos grupos subversivos colombianos. Las víctimas totales fueron 16, dos de ellas sobrevivieron.
Esta matanza fue coordinada por los jefes del Cejap el General Humberto Camejo Arias, el Coronel Enrique Vivas Quintero y el Jefe Nacional de Operaciones de la Disip Henry López Sisco, en contra de humildes pescadores y campesinos, en su mayoría venezolanos y sin antecedentes judiciales. Los efectivos justificaron la acción alegando que eran guerrilleros colombianos.
El proceso de investigación del caso se realizó bajo la jurisdicción militar. En este proceso judicial se evidenció, por parte de los fiscales militares y los jueces, una serie de irregularidades con la finalidad de mantener absueltos de culpa a los imputados del hecho. Estos, junto con los autores intelectuales de la masacre y los abogados defensores de los policías y militares entretejieron una red de complicidad y maniobras para garantizar que en cada escala del proceso se crearan condiciones que permitieran dictar un fallo de no culpabilidad a los responsables.
De esta manera, el 29 de abril de 1992 el Consejo Permanente de Guerra de San Cristóbal dictó sentencia y declaró que los 14 pescadores muertos eran integrantes de un grupo subversivo colombiano, que los policías y militares actuaron defendiendo la soberanía del país. El 12 de junio de 1994 esta sentencia fue confirmada por una Corte Marcial. En 1998 los abogados de las víctimas interpusieron recurso de casación contra la sentencia y una nueva Corte Marcial dictó sentencia definitiva de impunidad.
Ante la actuación irregular de los tribunales venezolanos en la jurisdicción militar, el caso de El Amparo fue presentado en 1990 en la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la OEA.
El 10 de agosto de 1990, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos abrió el caso asignándole el número 10.602. El 12 de octubre 1993, la Comisión publicó un informe en el cual se recomendaba al gobierno de Venezuela, que investigara y sancionara a los autores materiales, intelectuales y encubridores del hecho, a su vez que se indemnizara a las víctimas.
Hasta la fecha, ninguno de los acusados han sido detenidos, al contrario, hoy gozan de plena libertad y algunos ocupan altos cargos públicos.
En el enfrentamiento perecieron 14 personas inocentes, siendo ellas:
  • José Indalecio Guerrero, José Emeterio Vivas, José Ramón Puertas García, Pedro Indalecio Mosqueda, Rafael Magín Paúl Moreno, Carlos Antonio Eregua, Luis Alfredo Berríos, José Mariano Torrealba, José Gregorio Torrealba, José Rigoberto Araujo, Arín Obadías Maldonado, Moises Antonio Blanco, Julio Pastor Ceballos y Justo Pastor Moncada.
  • Y se declaran como sobrevivientes a este hecho José Augusto Arias y Wolmer Gregorio Pinilla.
Los autores intelectuales y organizadores de la llamada operación “Anguila III” fueron:
  • Humberto Antonio Camejo Arias, General de División del Ejército, Comandante de la Segunda División del Ejército, asignado al CEJAP.
  • Henry López Sisco fue el jefe nacional de operaciones de la Disip. Involucrado directamente en las masacres de Cantaura, de Yumare, del Caracazo, el asalto a la embajada cubana en el 2002, entre otros. Actualmente se encuentra en Costa Rica.
  • Enrique Vivas Quintero, Coronel del Ejército, para la época era Jefe de la Guarnición de zona donde ocurrieron los hechos, organizó en apoyo al CEJAP la matanza y luego reportó la acción para intentar confundir al Ministerio Público. En los años posteriores el Coronel Vivas, fue miembro fundador del partido Movimiento Quinta República a través del cual es electo Presidente Hugo Chávez. En 1998 es postulado y electo en votación popular como Diputado al Parlamento Latinoamericano, y es relegitimado en elecciones el año 2000. Falleció el 28 de abril del 2012.
  • Ramón Rodríguez Chacín, capitán de navío, quien para el momento de la masacre no pudo participar pues había sufrido un accidente al estrellarse el helicóptero militar donde viajaba y quedó gravemente herido. Participó en el golpe de Estado del 27 de noviembre de 1992 contra el presidente Carlos Andrés Pérez, siendo encarcelado por el mismo, pero posteriormente, fue sobreseído en 1994, como le ocurrió a los demás golpistas. Durante el gobierno de Rafael Caldera (1994-1999) se mantuvo en la clandestinidad. Apoyó poco después la candidatura presidencial del teniente coronel Hugo Chávez, quien accedió al poder en 1999 tras su triunfo electoral. Actualmente se desempeña como gobernador del Estado Guárico, tras vencer en las elecciones del 16 de diciembre de 2012.
Los funcionarios que participaron directamente en la masacre disparando contra los 14 pescadores fueron:
  • Alí Coromoto González, Capitán de Corbeta de la Armada venezolana, de 36 años.
  • Ernesto Morales Gómez, Maestro Técnico de Primera del Ejército de Venezuela, de 34 años.
  • Omar Antonio Pérez Hudson, Sargento Técnico de Primera del Ejército de Venezuela, de 30 años.
  • Salvador Ortíz Hernández, Sargento Mayor del Ejército de Venezuela, de 31 años.
  • Andrés Alberto Román Moreno (a) Mario Perolito, Comisario General de la DISIP, Jefe de la Brigada Territorial andina, de 47 años.
  • Maximiliano José Monsalve Planchart, Comisario de la DISIP, de 38 años. Explosivisita de la Brigada de Intervenciones.
  • Celso José Rincón Fuentes (a)Hipólito, Inspector Jefe de la DISIP, de 42 años.
  • Carlos Humberto Durán Tolosa (a) Cocoliso, Inspector Jefe de la DISIP, de 35 años.
  • José Ramón Zerpa Poveda, Inspector de la DISIP, de 32 años de edad.
  • Luis Alberto Villamizar, Inspector de la DISIP, de 30 años de edad.
  • Franklin Gómez Rodríguez, Subinspector de la DISIP, de 33 años.
  • Omar Gregorio Márquez, Subinspector de la DISIP, de 31 años.
  • Gerardo Rugeles Molina, Sumariador Jefe de la PTJ, de 47 años.
  • Edgar Arturo Mendoza Guanaguanay, Inspector Jefe de la PTJ, de 37 años.
  • Florencio Javier López, Subcomisario de la PTJ, de 37 años.
  • Alfredo José Montero, Subinspector de la PTJ, de 30 años.
  • Daniel Virgilio Vitanares Gómez, Agente de la PTJ, de 31 años.
  • Jesús Rafael Rodríguez Salazar, Agente de la PTJ, de 30 años.
Es nuestro llamado, a 25 años de esta masacre, al Gobierno Venezolano y a nuestro Heroico Pueblo, a no olvidar jamás las victimas de los desmanes causados por los apatridas que vejaron a nuestra gente, y a continuar la lucha para que cese la impunidad y se haga justicia en este y todos los casos de violaciones de los Derechos Humanos que aún siguen esperando por la justicia revolucionaria, para dar descanso a sus victimas, y consuelo a sus familiares, caiga quien caiga.
Mientras haya impunidad, no habrá Revolución.
Rescatando la Memoria Histórica Revolucionaria.
Desde Venezuela, Tierra de Libertadores, a 521 años del inicio de la Resistencia antiimperialista en América, y a 203 años del inicio de Nuestra Independencia,
Coordinadora Simón Bolívar
Revolucionaria, Solidaria, Internacionalista, Indigenista, Popular y Socialista.

viernes, 18 de octubre de 2013

Tito González Heredia: Rendirse, ¡Jamás!

Digno ejemplo de valentía y constancia, es la vida del comandante Pablo, Tito González Heredia, cuyo legado desenmascara a los actuales dirigentes de la agrupación Bandera Roja, y a sus militantes, que vergonzosamente, para el Pueblo sufrido, apoyan los planes pro imperialistas,antipueblo y vende patria de los partidos de derecha y de ultraderecha que se agrupan en la fascista Mesa de la Unidad Democrática (MUD), donde, entre otros,  se encuentran el partidoAcción Democrática y COPEI, aliados en el antidemocrático “Pacto de Punto Fijo”, responsables directos, durante más de 40 años, de la tortura, desaparición y asesinato de miles de venezolanos que luchaban por defender sus más elementales derechos como seres humanos, incluyendo muchos militantes de esa otrora organización otrora revolucionaria, hoy rendida a la derecha.
Tito González Heredia, o El Flaco o comandante Pablo como también se le conocía, nació el 4 de enero de 1940 en Barinas. Fue  Normalista y Economista. Militó en la juventud de Acción Democrática a finales de los años 50, desligándose de esa organización en abril de 1960 por desacuerdos con la dirigencia nacional. Tito pasa a formar parte del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) del que también se separa cuando este a fines de los 60, se acoge a la política de pacificación del presidente Rafael Caldera.
En los años 70 aparece junto (al hoy traidor) Gabriel Puerta Aponte, Carlos Betancourt y Pablo Hernández Parra como dirigente del Movimiento Bandera Roja. 
Tito González Heredia alias El Flaco, conocido comandante guerrillero, era buscado por las autoridades desde hacía varios años por enfrentarse a las fuerzas represivas que protegian a los políticos y empresarios corruptos mientra estos saqueban la Nación y mataban de hambre al los pobres. Por ello se le acusó de rebelión militar y se le había sindicado de ser el organizador de varios secuestros y se le reseñaba también que había planificado y ejecutado la fuga de 23 presos políticos del cuartel San Carlos el 18 de enero de 1975.
Poco tiempo atrás un grupo comando había ejecutado el rapto del estadounidense William Frank Niehous, gerente de la Owens Illinois acusando a esta empresa de ser tapadero de la CIA y Tito González Heredia figuraba en la lista de los más buscados.
Esa fuga y el secuestro de William Frank Niehous, gerente de la Owens Illinois en febrero de 1976 habían desatado una furiosa batida por parte de los órganos de seguridad del estado en contra de los grupos subversivos en el país. Los allanamientos estaban a la orden del día y a la cárcel iban a parar desde los miembros de la retaguardia de esas organizaciones hasta dirigentes estudiantiles, y era Tito uno de los más buscados en todo el territorio nacional.
El jueves 17 de junio de 1976, cae gravemente herido por funcionarios de la antigua DISIP, cuando se trasladaba por una arteria vial de la ciudad de Caracas, muriendo el 24 de junio de 1976, luego de ocho días de agonía.
Sirva la historia, del camarada revolucionario y mártir popular, Tito González Heredia, para afianzar los valores y convicciones de los nuevos dirigentes de izquierda, que no han enfrentado al enemigo fuera del plano electoral o discursivo, para que diversifiquen sus métodos y estrategias en la guerra entre clases sociales que se libra, aún sin que así lo entiendan, y donde muchas veces los aliados del pueblo caen abatidos en el plano ideológico al ser tentados por la corrupción, las ilusiones del capitalismo, los discursos de derecha y el miedo a la represión.
Que su vida ofrendada en revolución sea recordada por los más pobres como un guerrero a favor de sus causas más justas, en contra de la burguesía, del capitalismo y del imperialismo, y a favor de la justicia social por siempre necesaria.
¡Tito Vive! ¡La Lucha sigue!
Desde Venezuela, Tierra de Libertadores, a 521 años del inicio de la Resistencia antiimperialista en América, y a 203 años del inicio de Nuestra Independencia,
Coordinadora Simón Bolívar
Revolucionaria, Solidaria, Internacionalista, Indigenista, Popular y Socialista.

jueves, 3 de octubre de 2013

A 31 años del lamentable hecho

Comisión por la Justicia y la Verdad trabaja para que culpables de la masacre de Cantaura sean juzgados 

Por este caso, se han realizado 21 exhumaciones y se han practicado 75 experticias (Foto. Archivo)
YVKE Mundial/Mayerling Jimenez/
Elia Oliveros, esposa de Carlos Hernández Arzola, una de las víctimas de lamasacre de Cantaura y quien pertenece a la Comisión por la Justicia y la Verdad, a través de un contacto telefónico con YVKE Mundial, manifestó que “están trabajando para que esa historia sea develada en su totalidad y para que los culpables, los que participaron en esa masacre, sean juzgado por sus acciones”.
Este viernes se cumplirán 31 años del asesinato de 23 guerrrilleros, 17 hombres y 6 mujeres miembros del “Frente Américo Silva” y por tal motivo "este sábado a las 10 de la mañana, se realizará un homenaje donde se recordarán a las víctimas de la masacre de Cantaura donde participará la Fiscal General de la República Luisa Ortega Díaz."
La masacre ocurrida en el estado Anzoátegui, el 04 de octubre de 1982, se realizó en el marco de una operación militar desarrollada por órganos de seguridad del Estado venezolano contra un grupo de personas pertenecientes al referido frente de luchadores sociales.
Por este caso, se han realizado 21 exhumaciones. Asimismo, fueron practicadas75 experticias (inspecciones técnicas, trayectorias intra-orgánicas, levantamiento planimétrico, identificación técnica en materia de explosivos, análisis audiovisual y coherencia técnica).
Las víctimas responden a los nombres de; Roberto Rincón Cabrera, Emperatriz Guzmán Cordero, Carmen Rojas García, Sor Alonso Salazar, José Núñez, Mauricio Tejada, Enrique Márquez Velásquez, Carlos Hernández Arzola, Idemar Castillo, Luisa Estévez Arranz, Baudilio Herrera Veracierto, José Becerra Navarro, Eumenedis Ysoida Gutiérrez Rojas, Diego Carrasquel, Luis Gómez, Antonio Echegarreta, Eusebio Martel Daza, Rubén Castro Batista, Nelson Pacín Callazo, José Zerpa, Carlos Zambrano Mira, Beatriz Jiménez y Julio Faría Mejía.
Por este caso, han sido imputados el exdirector general de la extinta Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip), Remberto Uzcátegui, exdirector de Inteligencia de la Disip, José Domínguez Yépez, y el excomandante del Batallón de Cazadores del Ejército “Coronel, Vicente Campo Elías Nº 63”, Ismael Antonio Guzmán.
Se les acusa por los delitos de concurso real en el homicidio calificado con alevosía y motivos innobles; y quebrantamiento de principios y pactos internacionales en materia de derechos humanos suscritos por el Estado venezolano.
Es importante resaltar que cuerpos de seguridad de la IV República, ejecutaron varias masacres, como la de Yumare, pues a cuatro años de haberse cometido la Masacre de Cantaura , el gobierno derechista de Jaime Lusinchi representado por el ministro de Relaciones Interiores, Octavio Lepage, y el jefe de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Antigua Disip), Henry López Sisco- volvió a ejecutar una operación dirigida a erradicar grupos de izquierda.
Fue así como el 8 de mayo de 1986, se perpetró una operación militar, realizada contra civiles en el sector Barlovento, caserío La Vaca del actual municipio Manuel Monge, en el estado Yaracuy.
Un total de nueve dirigentes sociales fueron capturados y posteriormente asesinados por un comando de la Disip, a las órdenes del entonces comisario López Sisco.
Tras realizar la ejecución, los efectivos de la Disip manifestaron que habían asesinado a estas nueve personas porque "formaban parte de la guerrilla". Sin embargo, los estudios criminalísticos y las evidencias ayudaron a demostrar lo contrario, y dejaron ver que lo de Yumare fue un ajusticiamiento, una masacre contra dirigentes sociales.
Con la llegada de la Revolución a Venezuela, en el año 1999, se dejaron atrás una de las épocas más oscuras y nefastas en nuestra historia. Una de las más evidentes características de la “democracia” practicada en los gobiernos de la partidocracia adeco-copeyana, donde reinó la impunidad y el irrespeto a los Derechos Humanos, factores que se diferencian notablemente de la democracia participativa y popular que se ejerce actualmente nuestro país.

viernes, 6 de septiembre de 2013

OFICINA DE INFORMACION ARZOBISPADO DE CARACAS: URGENTE COMUNICADO UNIDOS CON EL PAPA FRANCISCO CONTRA LA VIOLENCIA Y POR LA PAZ


Hola Hermana y a todos los "que luchan por la Paz". ¿Que tal si nos reunimos mañana en la PLAZA BOLÍVAR DE CARACAS (los que son del interior en sus respectivas Plazas) para una ORACION ECUMENICA POR LA PAZ MUNDIAL y en SOLIDARIDAD CON EL PUEBLO SIRIO y en contra de todo tipo de "guerra Imperial". !Basta ya de guerras! Acudamos al DIALOGO Y AL RESPETO MUTUO en nuestras diferencias y a la soberanía de cada PUEBLO Y NACION. 

Lugar: PLAZA BOLÍVAR                                                                 Por el grupo Ecuménico ROMERO - VIVES junto a nuestro hermano FRANCISCO,                                                                                                                     servidor desde ROMA que nos convoca. 
hora: 6:00 P.M.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

VILLANUEVA

En noviembre recibimos la orden de concentrarnos en la zona de Marilonza. Vamos a operar con la Brigada 31 completa. Aníbal me encarga el plan táctico para la toma de un pueblito cercano, Villanueva, en la orilla del río Portuguesa.
Me voy adelante con Castaño. Espartaco me espera en Santa Marta, casa de José Rodríguez, campesino comunista, baluarte de la guerrilla de Fabricio Ojeda en la zona. Me entrega toda la información que ha recogido desde tiempo atrás.
En Villanueva hay un comando de la Digepol con cinco o seis hombres. En la entrada del pueblo está una alcabala con dos hombres. Todos están bien armados. En el comando opera un radio trasmisor.
Quiero acercarme de noche para entrar al pueblo y recorrerlo. No me lo aprueban. Se lo considera muy peligroso. Mientras llega el día de la operación nos concentraremos en una roza en las cabeceras de la Hacienda Peña Blanca, de Don Antonio Cadenas. Un viejo amigo de Carache, que siempre lo había recibido en su casa y lo atendía muy bien.
Mando a levantar al menos un croquis del pueblo para diseñar la forma de entrarle. Hay que cumplir dos tareas primeramente, controlar la alcabala y tomar el comando. La hora de la operación debería ser a las seis de la mañana, cuando los policías todavía están durmiendo.
A principios de diciembre llega el Comando de la Brigada, con Carlos Luís Hernández, recién incorporado, quién será el jefe de la operación. Después de la operación Carlos Luis asumirá la jefatura de la Brigada, pues Carache quiere que Aníbal se incorpore al Comando del Frente a tiempo completo y ande con él.
El plan es largamente discutido en el comando formado por Aníbal, González, Espartaco, Carlos Luís y yo. Una vez aprobado escribo las instrucciones para el jefe de cada grupo.
Al mismo tiempo vienen llegando los tres destacamentos de la Brigada. El Sandalio Linares con Elías a la cabeza.
Con él vienen José Luis, El Pelón, Humberto, el Primo, Winston Briceño, Alfonso, Ruyío (ex policía bancario), Raúl (hijo de Teófilo Quintero, viejo comunista de la Zona Roja), Macario, Martiniano y Carlitos. Con el Destacamento Tigres de Miracuy, Pavel quién ha asumido la jefatura, ya que Pedro Calagía anda con Carache como jefe de la escolta del Comando. Tamakún, Pacífico, hermano de Rafael Miracuy, Isidro Colmenares “Rosendo”, recién incorporado, Francisco Palma “Ezequiel” y Sofía.
Con los Tigres de Marilonza están Delfín, Alarcón, Calandro, Pedro Cabezas “Noche Oscura”, los Medina, Cheo, Abdón y El Negro, de una familia de la zona, veteranos desde la primera guerrilla de Fabricio Ojeda. Ramoncito, campesino de Santa Marta y Baudilio Salas “Villa”, un guerrillero que se incorporó espontáneamente, es decir, que no vino por la vía de ninguno de los partidos amigos, despertando mucho recelo al principio, pero ganándose poco a poco la confianza.
Montamos el campamento en la roza. Espartaco ha acumulado mucha comida. Hay una siembra de auyamas, de modo que nos alimentamos bien y hacemos mucho ejercicio para mantenernos en forma.
Una noche escuchamos por la radio la terrible noticia de que Carache ha muerto. No lo podemos creer. No nos explicamos qué ha pasado. Es un golpe durísimo. Quedamos todos desconcertados y dudamos que sea conveniente seguir adelante con el plan. Enviamos un mensajero a El Tocuyo a confirmar la noticia. Regresa al día siguiente ratificándola. Es verdad. No sabemos en qué circunstancias murió, pero es así. Nos cuesta mucho mantener la calma. Los guerrilleros más sensibles no aguantan y lloran. Especialmente los campesinos.
Pasamos unos días de mucha duda. El veinte de diciembre decidimos seguir adelante con la operación, que sería lanzada el veintitrés. Priva el criterio de demostrar públicamente que a pesar de la desgracia, la lucha no se acaba.
La noche del veinte la pasamos casi sin dormir. El Comando se reúne con los jefes de los destacamentos y les comunica el plan. Al Sandalio le toca actuar contra la alcabala. El Marilonza la custodia de la carretera de Guarico y al Miracuy la retaguardia, la vía de regreso a la montaña. Una unidad principal, con guerrilleros de varios destacamentos, atacará el comando de la Digepol.
A las cuatro de la mañana nos ponemos en movimiento. Bajamos por el camino de Peña Blanca a Villanueva, tomamos primero un jeep en una casa vecina. Después tomamos otros tres en diversas haciendas de la zona. Aseguramos a sus dueños que los vehículos les serían devueltos intactos ese mismo día.
En el primero va Elías, con Humberto al volante y una parte del Sandalio Linares. Después, en dos jeeps vamos Carlos Luís, Robledo, Calandro, Pedro Cabezas “Noche Oscura”, El Negro y yo, acompañados de al menos diez guerrilleros más. Y en la retaguardia van Villa, Sofía, los Medina, y el resto de los Tigres de Marilonza.
Después de más o menos una hora de viaje, llegamos a Villanueva y comienza el desarrollo de la operación, como estaba previsto.
Elías y su gente cumplen su parte, liquidando a los policías de la alcabala. El primero en disparar, por sorteo, fue Ruyío con su fusil olímpico recortado.
Mientras tanto el grupo principal entra al comando y lo encuentra vacío. No hay nadie, para nuestra sorpresa. Pero inmediatamente comienza un fuerte tiroteo contra nosotros, que no sabemos de dónde viene. Nos echamos al suelo y solo entonces puedo ver que los tiros vienen de la Iglesia, que está al lado. No podemos ver quienes disparan, pero de allí sale el fuego. Por un momento pienso en disparar hacia allá, pero estamos totalmente al descubierto. Entonces veo a mi lado a Carlos Luis herido. Tiene varios tiros en el cuerpo y derrama mucha sangre. Más allá está Robledo con un balazo en el cuello y Noche Oscura también en el suelo, porque le han dado. El Negro tiene un tiro en una mano y a Calandro un balazo le partió un brazo y sangra mucho.
En pocos segundos me doy cuenta de que tengo que tomar la iniciativa. Asumo el comando de la operación y decido que tenemos que salir de allí si no queremos que nos maten a todos.
¿Qué hago? Robledo está muerto, tiene el cuello partido. Pedro Cabezas también está muerto. ¿Y Carlos Luis? Le pongo el oído contra el pecho a ver si respira y no siento nada. Creo que no respira.
Tomo la decisión de retirarnos llevándonos al menos a los heridos. Le grito a Calandro que se venga como pueda detrás de mí. Los Medina halan al Negro, que en su susto está paralizado. Salimos hacia la calle por donde habíamos entrado. Allí está uno de los jeeps. Otro está cerca de la alcabala. Tomo el volante, montamos a los heridos y recojo a los guerrilleros que están regados por el pueblo. Paso junto Elías y le ordeno que me siga con el otro jeep conducido por Humberto. Sofía y Villa, que están en la retaguardia no se dan cuenta en el momento de que nos hemos retirado. Pero al poco toman a pié la ruta de regreso hacia Peña Blanca por donde nos hemos ido.
Llegamos al sitio donde nos esperan Aníbal, González y Espartaco. Les informamos lo que ha pasado. La decisión es salir rápidamente de la zona por la ruta de la montaña para prevenir que el enemigo nos persiga.
Vamos muy lento porque cargamos a Calandro muy débil por la pérdida de sangre. A las pocas horas tenemos la alegría de que Sofía y Villa nos dan alcance. Venían siguiéndonos el rastro desde la retirada en el pueblo.
Atravesamos la montaña de Marilonza y al salir al otro lado decidimos dividirnos. Aníbal se va hacia el Yacambú con el Destacamento Tigres de Miracuy y parte del Sandalio, mientras yo saco a Calandro por la vía del llano. El padre de Winston Briceño vive en un hato cerca de Ospino. Al caer la noche Winston se dirige hacia allá y regresa a las pocas horas con un vehículo donde montamos a Calandro con la idea de que salga hacia Caracas a curarse.
Después regreso a Santo Domingo, sumamente deprimido por la experiencia. No solo perdimos a Carache, sino acabamos de tener un descalabro. Además la partida de Calandro me afecta. Es uno de nuestros compañeros más queridos. De los que se vino con nosotros de Caracas a fundar el Frente. Es un veterano muy valiente y no sabemos qué va a ser de él.
Tengo en la cabeza la imagen de todo lo que pasó en Villanueva. Me acuerdo todos los días. Recuerdo la agitación del combate. El ruido de los tiros y el olor de la pólvora. Era el mismo que había sentido en Caracas en uno de los combates del Aparato Especial en la Avenida San Martín cuando la huelga de transporte. Tengo la virtud de guardar la serenidad en esos momentos. Fue lo que me permitió salvar la Brigada cuando mataron a Carlos Luis. Pienso que estoy hecho para esto.

domingo, 25 de agosto de 2013

EL COMBATE

El Comando encarga a Matías llevar a cabo un combate para demostrar el fracaso de la ofensiva antiguerrillera. Matías lo ha realizado exitosamente y me presenta el informe que debo enviar a la consideración del Comando del Frente.
El relato de Matías es el siguiente: Comienzo a preparar una operación para emboscar al enemigo en algún lugar apropiado. No puedo contar con toda la gente que se pensaba, pero con la que tengo es suficiente fuerza, si puedo hacer un buen plan.
Elijo un sitio muy escondido en las cabeceras del río Portuguesa, para ubicar un campamento para concentrarnos. Se le entra por Mindanao, donde opera Enrique Pérez.
Mando a buscar dos cajas de madera de diez mil proyectiles que están escondidas desde hace dos años en una cueva cerca del campamento El Mojao. Tengo que probarlos, porque muchas veces las balas no explotan por estar dañadas por la humedad.
Con las balas, y un clorato de potasio que estaba guardado en Santo Domingo, me voy con un grupo de cinco guerrilleros hacia un sitio muy adentro en la montaña, en la hondonada por donde corre la Quebrada de Agua Amarilla, al sur de Santo Domingo, a dos días monte adentro. Allí puedo probar las balas y los explosivos sin temor de ser escuchado por nadie. Abro las cajas de las balas, y, efectivamente, están muy mojadas. Pero se mantienen en unas cajitas de cartón en grupos de a diez. Decido probar tres balas de cada cajita. Si salen dos malas, se desecha la cajita completa. Así formo un lote más confiable de más de 1.500 balas que es más de lo que necesito para la operación.
Fabricamos dos minas de cloratita en latas de manteca, mezclando clorato de potasio con aceite de carro quemado, en proporción 9 a 1. El aceite quemado lo mando a buscar a Guarico. La mezcla la hago en cantidades pequeñas, amasándolas y colocándolas por capas en la lata hasta que se llena. Pruebo unos detonantes eléctricos que me han mandado. Funcionan con baterías de linterna.
Para probar la cloratita hago unas pequeñas minas en latas de sardinas y las hago explotar. Funcionan muy bien.
Organizo una escuadra especial al mando de Iván para que se encargue de un cañón de veinte milímetros, la B20, lo llamamos. Lo tengo guardado en Palma Sola desde que nos lo mandaron, pero nunca lo hemos usado. Se necesitan seis personas para manejarlo. Se carga desarmado en tres partes, el cañón, el cuerpo y la culata, y tenemos tres cacerinas de cinco tiros cada una. Voy mandando gente y pertrechos para Mindanao.
Se crea otro grupo de fuego comandado por Humberto con una ametralladora checa marca Zabrowska, la ZB, y cuatro combatientes con FN 30.
Otro grupo, bajo el mando de El Pelón, queda a cargo de las minas. Entre tanto comenzamos a explorar de noche la carretera entre Guarico y Villanueva, en búsqueda de un sitio bueno para montar una emboscada. Hay un sitio llamado El Cepo que me recomiendan mucho, cerca de la fila de la montaña, donde la carretera da varias curvas seguidas. Se detecta con precisión a todo el que pasa. Voy a visitarlo una noche. Lo recorro totalmente y me parece excelente.
Los guerrilleros que van llegando al campamento se someten a un régimen de alimentación y ejercicios. No conocen el plan, pero se imaginan que estamos preparando algo bueno. Estamos comiendo doble ración tres veces al día.
Mando a buscar con “los bombones”, a Sanare, una pelota de volibol. Organizo un torneo entre las escuadras como forma de mantenerlas haciendo ejercicio. Todos los días en la mañana hay partido en un sitio plano donde tenemos la cancha.
Montamos vigilancia día y noche en la carretera. Un convoy enemigo, formado por un jeep y un camión, pasa dos veces al día. Viaja entre Guarico y La Fila del Tigre, donde tienen un comando permanente. Suben por la mañana hacia Guarico y regresan a las seis de la tarde.
Ahora nuestro grupo se organiza en cuatro escuadras, comandadas por José Luis, Iván, Velazco y la de la comandancia, por mí mismo. El comando discute y aprueba montar una emboscada por la mañana el día trece de marzo.
Calculamos la comida necesaria para una aproximación de dos días y una retirada de hasta una semana sin salir de la montaña, en previsión de que el enemigo ocupe la zona. Tengo carne seca, traída del llano, para distribuirla en raciones para todos, de modo que alcance para seis días.
Trazamos un plan de combate simulando el terreno en el suelo, ensayando varias posiciones, y la definitiva la dibujo en un papel.
Una escuadra de vigilancia, dirigida por Velazco, se coloca en el monte antes de la primera curva, necesitamos que verifique que es el convoy el que viene y me dé una señal con un templón a una cuerda que me ato a la muñeca izquierda. Se colocan las dos minas enterradas en el centro de la carretera, para ser accionadas exactamente cuando pase el camión. De frente al camión se coloca la B20, que le disparará un tiro por el centro del motor y una escuadra lo atacará disparándole fusiles con FAL y FN30. El jeep, que siempre va unos metros por delante, será cubierto por la ZB y el grupo con FN30. El barranco por el lado opuesto de la carretera será minado con trampas cazabobos para evitar que algún soldado se atrinchere por allí. El ataque será simultáneo. La orden de fuego será el grito “Carache”.
El doce de marzo en la mañana nos ponemos en marcha hacia el sitio de la emboscada. Llegamos en la tarde y nos detenemos a unos cincuenta metros de la carretera. Vamos a ocupar las posiciones de combate en la madrugada. Todos los guerrilleros, con su morral y su arma, se reclinan en el suelo en estricto silencio.
A las cuatro de la mañana doy la orden de movilización para colocarse en los sitios previstos. Hay que hacerlo en perfecto silencio. Recorro todas las posiciones. Mando a minar el barranco y a enterrar la mina principal en el sitio previsto, en todo el centro de la carretera.
A las cinco estamos esperando. Pasa el tiempo. De pronto escuchamos el ruido del convoy que viene subiendo. Se acerca cada vez más. Pero de pronto pasa frente a nosotros y no actuamos. Mando por Velazco a ver qué pasó. No me dio la señal. Me dice que si la dio. La cuerda se enredó entre las ramas del monte y no sentí el aviso.
Examino la situación. No podemos perder todo el esfuerzo. Decido esperar que el convoy regrese en la tarde. Pero tenemos que mantener estricto silencio para no ser descubiertos si pasa alguien a pie por la carretera.
Cambiamos las posiciones sigilosamente para recibir ahora al convoy en la dirección opuesta y esperamos. A eso de las 5 y media de la tarde escuchamos el convoy de regreso. Cuando se viene aproximando a la curva de arriba siento el templón. El plan ahora si funciona perfectamente. Doy el grito de fuego “!! Carache !!” La mina estalla exactamente debajo del camión y simultáneamente la B20 le dispara un tiro de frente por el centro del motor. El jeep es aniquilado por el grupo fuego de la ZB. El camión queda sin control y va a estrellarse contra el cerro en la curva más abajo. Vienen varios soldados en la parte trasera del camión, que saltan al suelo. El grupo de José Luis, cumpliendo la misión de pasar al asalto para liquidar al enemigo, salta a la carretera y los ataca con fuego de FAL. José Luis y Víctor “Gonzalo Pérez Marte” reciben disparos de uno de los soldados que había quedado vivo sobre el camión. Uno de los nuestros a su vez le dispara y lo aniquila.
Salgo a la carretera a tratar de socorrer a José Luis y Víctor, pero no hay nada que hacer. Están muertos. Registramos el jeep. Recogemos las armas que han quedado en el suelo y en los vehículos.
El asalto es una acción indispensable para coronar con éxito una emboscada. Pero por ser un choque cuerpo a cuerpo implica un riesgo muy alto. Exige del combatiente gran habilidad, enorme valentía y una decisión absoluta. Y todo esto lo tenían José Luis y Victor. Pero fueron víctimas de un hecho fortuito que está presente en cada combate. Por eso cayeron valientemente. Rindieron sus vidas como héroes de la liberación del pueblo.
Leonardo estaba en la comandancia a mi lado con la cámara de 16 mm listo para filmar toda la operación. Pero cuando empezaron los tiros se puso muy nervioso, dejó a un lado la cámara, agarró un arma y comenzó a disparar olvidándose del cine.
En la puerta abierta del camión hay un hombre muerto con ropa civil. A su lado una mujer muerta también y entre ambos una niña viva aterrada. Era una pareja con su pequeña que había pedido una cola para La Fila. Nosotros no podíamos haber previsto la terrible situación donde unos inocentes pagan con sus vidas por estar presentes en el sitio trágico de un trance de guerra. Doy la orden de retirada.
Tomamos la ruta prevista y caminamos una hora. Entonces sentimos el ruido de una balacera. Supongo que es el enemigo llegando al sitio del combate, pero ya estamos lejos.
Caminamos toda esa noche. Al amanecer nos detenemos a descansar. Con la claridad del día abro el maletín que recogimos en el jeep. Leo un plan de operaciones donde dice que el comando nuestro se halla en un sitio de la montaña conocido como La Cueva Jedionda. Efectivamente, por ese sitio pasa nuestra ruta de retirada. Decido cambiar de ruta. Ahora bajaremos al río Yacambú sin cruzar camino alguno. Pero el cambio significa que no vamos a pasar por los depósitos de comida. El avance “rejendiendo monte”, es muy lento. La comida que llevábamos se acaba. Pero hay que continuar en secreto. No tengo información como para salir a los caminos. Además han comenzado a bombardear las montañas. Son bombardeos a ciegas que no pueden hacernos ningún daño, pero aumentan mucho la tensión.
A los cinco días de lentísima marcha llegamos a Naranjal. A pesar de ser un sitio políticamente muy seguro, no hacemos ningún contacto con la población. Nos dirigimos a una antigua siembra de caña, oculta en el monte, con suficiente comida, donde podremos alimentarnos y descansar. Tenemos sentimientos contrapuestos. Por una parte estamos deprimidos por la pérdida de los compañeros que han caído. José Luis, quien fue uno de los que entraron al Frente con Carache desde su fundación. Víctor era hijo de una consecuente familia comunista de El Tocuyo. Pero por la otra hemos cumplido la tarea. Hemos librado un combate de aniquilamiento quitando armas modernas que van a reforzar a nuestras unidades, lo cual era uno de los objetivos.
La parte técnica del asunto queda reflejada profesionalmente en el informe que Matías le hace al Comando del Frente.