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miércoles, 23 de febrero de 2011

ALBERTO LOVERA

A los cuarenta y cinco años de su asesinato, el Partido Comunista de Venezuela rinde un excelso homenaje a la memoria del camarada ALBERTO LOVERA y exige JUSTICIA y CASTIGO a los culpables que aún sobreviven.
Caracas, 18 oct. 2010, Tribuna Popular.- El Buró Político del Partido Comunista de Venezuela recordó hoy el 45 aniversario del secuestro, y posterior asesinato, del camarada Alberto Lovera en la Plaza Las Tres Gracias, en la ciudad Capital, producto de la política criminal de los gobiernos de la burguesía puntofijista.
Carlos Aquino, miembro del Buró Político, comenzó la rueda de prensa mencionando la fecha del 18 de octubre de 1965, cuando el camarada Alberto Lovera, miembro del Buró Político para la época, fue secuestrado, torturado salvajemente hasta provocarle la muerte y, finalmente, intentaron desaparecerlo.
“Es para nosotros un deber fundamental recordar la memoria del camarada Alberto Lovera, porque la aparición de su cuerpo recuerda y acusa al régimen puntofjista, al sistema de la democracia burguesa que se impuso en Venezuela”, señaló Aquino.
Asimismo, subrayó que hoy, en “este proceso revolucionario estamos procurando trascender, transformar el estado burgués todavía imperante para poder construir la sociedad de justicia por la cual lucho y entrego su vida heroicamente el camarada Alberto Lovera.”
A continuación reproducimos un escrito enviado por Alberto Lovera, hijo, a Tribuna Popular:
Este 18 de octubre se cumplen cuarenta y cinco (45) años del secuestro, tortura, asesinato y desaparición del Camarada Alberto Lovera, quien era miembro del Buró del Partido Comunista de Venezuela, para octubre de 1965, Alberto (mi padre) era partidario de la lucha armada como medio para la toma del poder, para así construir la revolución en Venezuela, para crear una sociedad de justicia e igualdad, para la gran mayoría de los venezolanos, y representaba el sueño de miles de mujeres y hombres en nuestro país y en el mundo, como decía el Ché “Sean capaces de sentir, en lo más hondo, cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda del revolucionario” y esa cualidad era la que motivaba a mi papá en todas sus luchas, y lo acompañó hasta el día de su muerte.
Ese 18 de octubre de 1965, estaba Lovera en las inmediaciones de la Plaza de las Tres Gracias circulando en su vehículo, según algunas versiones, y según otras fuentes, estaba en una reunión con miembros del Partido en un apartamento en los Chaguaramos, el hecho concreto fue, que ese día de octubre manera absolutamente ilegal, fue secuestrado por esbirros de la Digepol, y digo secuestrado de acuerdo al significado de ésta palabra en el diccionario, luego fue llevado a varios de los centros clandestinos de tortura que tenía la Digepol, donde de manera cobarde y aberrante fue brutal y salvajemente torturado, hasta incluso causarle la muerte, y aquí es imprescindible reivindicar su valor con el que se estrellaron sus torturadores ante el contundente muro de su silencio, estuvo durante nueve (09) días soportando ésta situación.
Meses antes habían secuestrado, asesinado y desaparecido a otros camaradas, como parte de lo que era el “Terrorismo de Estado, como ejercicio represivo del poder de los gobiernos de Acción Democrática y COPEI, es decir el Terrorismo de Estado como política pública.
Fue específicamente durante el gobierno de Raúl Leoni, y el ministro de relaciones interiores era Gonzalo Barrios, cuando sucedió la desaparición de mi papá, es fundamental recordar que durante ese gobierno con el apoyo y asesoría de la agencia central de inteligencia, se crea en Venezuela la terrible figura del desaparecido político, tal y como lo ha dicho en más de una oportunidad el Dr. José Vicente Rangel, como aberrante elemento central del Terrorismo de Estado, cuya asquerosa práctica se aplicó después en los países de Centro y Suramérica, como política de exterminio hacia toda la oposición durante esos años y los posteriores.
Es estrictamente necesario recordar que la Constitución de 1961, plenamente vigente cuando secuestran y asesinan a Lovera, consagraba el derecho a la vida como un derecho inalienable, e igualmente Venezuela era ya signataria de la Convención de Viena, o como se conoce la Convención de los Derechos Humanos, todo ese aparataje legal fue completamente obviado durante el asesinato de mi padre, y el de más de tres mil (3.000) asesinados y asesinadas y desaparecidos y desaparecidas durante la IV República, y como acertadamente menciona con frecuencia el Dr. José Vicente Rangel Vale “un pueblo que olvida su pasado, está condenado a repetir sus errores en el futuro”.
Lovera el desaparecido.
Luego de su secuestro, tortura y asesinato, a mi papá le amarraron unas cadenas un pico y un candado a su cuerpo antes de lanzarlo al mar en las playas Barcelona, esperaban que se hundiera su cuerpo y fuese un desaparecido más, como los hermanos Pasquier, Alejandro Tejero entre otros, pero el destino quiso que su cuerpo flotara, y denunciara lo que era una práctica aberrante durante esos gobiernos de ultra derecha, la desaparición forzada de personas.
Mis recuerdos de esos momentos, y de él, son muy vagos, yo tenía apenas seis (06) años de edad, sin embargo viene a mi memoria las angustias de mi mamá María del Mar, para saber donde estaba mi papá y que había pasado con él, y cuando le preguntábamos nos decía que él estaba enfermo fuera de Caracas, hasta que, en marzo de 1966 es ordenada la exhumación de un cuerpo en una tumba sin nombre del cementerio de Barcelona en el Estado Anzoátegui, y luego de los exámenes odontológicos fue identificado como el cuerpo de Alberto Lovera, al día siguiente mi mamá nos sentó a mi hermana y a mi, en la sala de la casa y nos dijo que nuestro papá había muerto, en ese momento nos abrazamos y lloramos los tres, un profundo dolor se apoderó de nosotros, yo tenía seis años y mi hermana Yanira solo tenía cuatro (04), y nos quedamos sin papá por el resto de nuestras vidas, que injusticia tan grande, y más aún cuando pienso en las miles de familias que vivieron situaciones similares en nuestro país, y peor aún en Centro y Suramérica, cuyas prácticas terroristas de estado, asesinaron y desaparecieron a cientos de miles de luchadores y luchadoras por un mundo mejor.
Al hacer esta gran reflexión y para culminar, quisiera compartir con todos ustedes una pregunta que me he estado haciendo en los últimos días ¿cuando dejamos de ser seres humanos?, porque los cobardes que torturaron y desaparecieron a mi papá y a otros miles no pueden llamarse humanos, como tampoco los torturadores y asesinos en Centro y Sur América, lo que sucede es que dejamos de ser, solo para existir, y, sí continúa la acción depredadora del capital, pareciera que irremisiblemente como bien dice el Camarada Fidel Castro, la nueva especie en peligro de extinción es el hombre, y lo que ahora es una especulación, pereciera que cada día más se convierte en un realidad inexorable.
“Que su valor, fortaleza e infinito amor por la humanidad, sean ahora y siempre ejemplo de Revolucionario”
Honor y Gloria para Alberto Lovera
¡Hasta la Victoria Siempre!




A continuación reproducimos un escrito especial elaborado por J. Enrique Montero y Tribuna Popular:
Alberto Lovera fue secuestrado por la policía política del régimen betancurista encabezado por Raúl Leoni, frente a la Ciudad Universitaria de la UCV, en la Plaza Las Tres Gracias, en Caracas, el 18 de octubre de 1965, y aparecido su cuerpo destrozado y encadenado en las playas de Lecherías, estado Anzoátegui, el 27 de octubre de 1965.
Este execrable crimen le fue servido en bandeja de plata al imperialismo norteamericano por sus serviles verdugos, quienes para aquel momento eran: Raúl Leoni, desgraciadamente Presidente de Venezuela; Gonzalo Barrios, Ministro de Relaciones Interiores; Luis Vera Gómez, ideólogo de la represión y la tortura, Director General del Ministerio; y el inefable y tristemente célebre criminal José Jesús Patiño González, Director de la Gestapo venezolana, entiéndase Dirección General de Policía (Digepol).
En la delación que orientó a la Digepol a detener a Lovera, intervinieron tres tránsfugas, a saber: Helímenes Chirinos, quien lo delata diciéndole a Carlos Vegas, Jefe de Capturas, que como responsable militar y de finanzas Lovera tenía en su poder 500 mil bolívares, que los criminales querían a toda costa; el desertor Raúl Peña Palencia, convertido en esbirro y quien participó también en las torturas; y Aníbal González, traidor y delator de la “concha” de Lovera, a quien la Digepol le regaló una suma de dinero para una casa en Propatria.
En relación a su vida, Lovera ingresa al PARTIDO COMUNISTA a muy temprana edad.
En 1947 representó al Partido en un Congreso de Juventudes realizado en Varsovia.
En 1952 es electo Diputado al Congreso Nacional, lo cual rechaza en desacuerdo por el fraude electoral que dio como ganador al Cnel. Marcos Pérez Jiménez a la Presidencia de la República.
Cuando se constituye la Junta Patriótica, en Junio de 1957, forma parte integrante de la misma en representación del PCV.
En 1958, a la caída de la dictadura de Pérez Jiménez, dirige las acciones en los barrios populares de la capital.
Siempre, hasta el mismo momento de enfrentar dignamente la muerte cara a cara, siete años después, asumió con compromiso y coraje todas las tareas que le asignó el Partido, sabiendo que luchaba por una causa mayor, por la liberación y el socialismo.
La estabilidad de la dictadura de la “Ancha Base” (AD, URD, FND) descansaba en semejantes actos de barbarie criminal que, a modo de plataforma, servían de sostén a una especie de espiral sangrienta del crimen cimentada por la dominación imperialista y amparada por una ley en alto grado prostituida.
Alberto, cual insigne combatiente por la libertad y la justicia, consecuente luchador al lado de la clase obrera y fiel a sus ideas y principios comunistas, por su profunda convicción revolucionaria se inclinó por la alternativa de los héroes, y murió como tal, puesto que supo darle un sentido heroico a su vida, que sirve de ejemplarizante conducción a todos los comunistas, y siempre estará presente como referencia de todo luchador revolucionario y como “símbolo del revolucionario auténtico que respalda con la muerte el acto de vivir en rebeldía”, y los comunistas sabremos edificar una sociedad sobre las bases de su ejemplo.
Detenido sin resistencia armada, torturado hasta el martirio, tuvo el coraje de no hablar, y frente a tanto valor aquellas bestias convertidas en jauría infernal daban rienda suelta al más exacerbado sadismo, infringiéndole las más crueles torturas, que institucionalizadas constituían la estructura de un sistema de gobierno represivo y entreguista al servicio de la clase dominante burguesa apátrida, de la fuerza imperialista.
La Digepol buscaba a Lovera vivo o muerto. Dos días después de su detención, el 20 de octubre, su esposa denunció ante el Fiscal General su desaparición y el 29 de noviembre el Dr. José Vicente Rangel, denuncia en la Cámara de Diputados la desaparición y presunta muerte de Lovera.
Cuatro meses más tarde, luego de muchas interpelaciones, el 22 de marzo de 1966, se logra constituir el Tribunal en el cementerio y se procede a la exhumación del cadáver y al reconocimiento del mismo por parte de su viuda, María del Mar Álvarez de Lovera.
Patiño González nunca reconoció que Lovera fue detenido por ellos y en declaraciones que dio a la prensa, con extremo cinismo afirmó: “si Alberto Lovera está muerto, nada de extraño tiene que lo hayan matado quienes aplican el extremismo comunista sustentado por él. Su muerte se explicaría entonces como producto de lo que fue su vida: la acción comunista-terrorista, a la que se integró a espaldas de la ley, del orden y del respeto a la condición humana de los demás, y la denuncia de su desaparición era un recurso para procurarle libertad de movimiento en la continuidad de sus actividades clandestinas y bien conocidas”.
Este criminal, Patiño González, quien nunca tuvo respeto por los derechos humanos, nunca fue investigado.
De la memoria histórica de las y los venezolanos, no pueden ni deben borrarse los crímenes del bipartidismo adecopeyano.


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