Estamos en un momento histórico en el que se hace necesario recordar la
manera en cómo el sistema “Democrático” de la cuarta república aplicaba
sus políticas sociales y cómo ese mismo sistema devoró y “desapareció” a
muchos de los que se le oponían cuando, por perseguir un sueño en
común, fueron brutalmente castigados unos y asesinados otros.
El profesor Alberto Lovera, un dirigente revolucionario
surgido de la clase obrera petrolera venezolana que fundó varios
Sindicatos Petroleros en el Estado Zulia al tiempo que fue cofundador de
la Juventud Comunista (JCV); dirigente del Partido Comunista de
Venezuela (PCV) en el Zulia, Lara y Caracas; activo organizador de la
huelga petrolera de 1950 y activo luchador desde los primeros instantes
de la derrota de la dictadura de Marco Pérez Jiménez. Cuando fue
detenido y desaparecido en 1965, formaba parte del Buró Político del
Partido Comunista de Venezuela (PCV) siendo uno de sus máximos
dirigentes que militaban clandestinamente.
Nació en el estado
Nueva Esparta, y desde muy joven estuvo vinculado a las luchas
emprendidas por los trabajadores portuarios y pescadores del oriente del
país. Luego se fue a trabajar al Zulia donde, en los Campos Petroleros,
fue testigo no sólo de la aberrante explotación del hombre por el
hombre, sino también del saqueo y la corrupción que sufría Venezuela
comandada por traidores vende patria que, en comunión con los imperios
extranjeros cosían y descosían al país.
Allí en el Zulia fue pionero
organizando a los obreros petroleros en sindicatos clasistas llamados
Sindicatos Rojos junto al PCV, partido del que ya formaba parte
activamente como dirigente. Posteriormente se traslada al estado Lara
para finalmente radicarse en Caracas entregándose de lleno a la lucha
por la justicia y la libertad nacional, por un mundo más humano, lejos
del capitalismo salvaje, del consumismo y de la opresión.
Alberto Lovera, un 18 de Octubre de 1965. Al parecer lo delató un
camarada llamado Aníbal González, quien informó que Lovera saldría de su
escondite en el edificio “San José” en Las Acacias y desde allí lo
siguieron. El día señalado a eso de las 18:00 horas, Lovera transitaba
en su automóvil, un Mercedes Benz azul por las inmediaciones de la
Universidad Central de Venezuela, cuando, abruptamente, fue interceptado
cerca de la Plaza de las Tres Gracias por una comisión de la DIGEPOL
encabezada por el “capitán” Carlos VEGAS DELGADO. Para ese momento el
Ministro de Relaciones Interiores era el doctor Gonzalo BARRIOS.
El
profesor Lovera fue trasladado a la sede de la DIGEPOL en el Edificio
“Las Brisas” donde se presume comenzó a ser torturado. El auto de
Alberto fue visto en el sótano del estacionamiento de ese cuerpo
represivo por otros detenidos, y así comienza la cuenta regresiva para
Lovera, sometido a brutales maltratos por “los muchachos de Carlos
Andrés”, entre quienes se mencionó a Roberto ROMERO, Miguel AGUILAR,
Pedro CISNEROS, Alberto OCHOA, José Ramón ANTÚNEZ, Carlos FERRARA,
Douglas RODRÍGUEZ, Eduardo ARMENTEROS GONZÁLEZ y Mario Segundo LEAL. El
director de esa policía política para ese entonces era J. J. PATIÑO
GONZÁLEZ.
Aparentemente la orden no era matarlo sino sacarle
información pero, el 23 de octubre a tempranas horas de la noche,
Alberto es llevado al Retén “Planchart” en Puente Mohedano, donde
actualmente está el Conjunto Residencial Parque Central y allí continúan
torturándolo salvajemente.
Seguramente Alberto Lovera nunca habló. Se
mantuvo incólume hasta que los esbirros deciden trasladarlo al Campo
Antiguerrillero de “Cachipo” en el Estado Monagas. Cuando llegan, un
comandante del TO-4 rechaza su ingreso debido al estado físico en que se
encontraba por lo que vuelven a montarlo en el carro en el que lo
trasladaban.
Es así que comienzan a publicar en El Nacional, una serie de
noticias del caso Lovera con el fin de confundir e inculcar falsas
ideas, impulsadas por el dirigente adeco Carlos Canache Mata, negando la
responsabilidad del gobierno en las torturas que había sufrido el
dirigente socialista, insinuando que Lovera había huido incorporándose a
la guerrilla muriendo allí, en manos de sus propios camaradas por
desacuerdos internos.
El asesinato de Alberto Lovera fue el
resultado del ejercicio de un poder sin moral, de un terrorismo de
estado sin precedente que violó todo derecho humano y toda dignidad. El
expediente fue adulterado, los testigos fueron coaccionados: unos se
retractaron, otros optaron por cambiar las declaraciones rendidas ante
la comisión investigadora de dicho caso y otros fueron igualmente
asesinados. Hoy en día los autores de este homicidio siguen libres y
resguardados bajo el ala de la impunidad.